Bienaventurados los que lloran


BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN PORQUE ELLOS RECIBIRÁN CONSOLACIÓN.


'Llorar' es algo que sigue por necesidad de ser 'pobres en espíritu.' Es completamente inevitable.
Cuando me hallo frente a Dios y a su santidad, y contemplo la vida que he de vivir, me veo a mí mismo, mi incapacidad y desesperanza totales. Descubro lo que soy espiritualmente y esto me hace llorar. Pero no basta esto. El que se ve tal como es, después de haberse examinado a sí mismo y a su vida, debe tam¬bién necesariamente llorar por sus pecados, por lo que hace.

Ahora bien, los expertos en la vida espiritual siempre han recomendado el auto examen. Todos lo recomiendan y practican. Dicen que es bueno dedicar unos momentos al final del día a meditar acerca de sí mismo, pasar breve revista a la vida, y preguntar, '¿Qué he hecho, qué he dicho, qué he pensado, cómo me he comportado con los otros?' . Si se hace esto todas las noches, se descubrirá que uno ha hecho cosas que no debiera haber hecho, que uno ha fomentado pensamientos, ideas y sentimientos indignos. Y, al caer en la cuenta de esto, el cristiano se siente lleno de un sentido de pesar y dolor, por haber sido capaz de pensar y hacer semejantes cosas, y esto lo hace llorar.

Pero, no se contenta con lo que ha hecho, sino que medita en sus acciones, estado y condición de pecado, y al hacerlo debe experimentar lo que dice Romanos 7. Debe llegar a estar consciente de los principios malos que hay dentro de él. Debe preguntarse, '¿Qué hay en mí que hace que me conduzca como lo hago? ¿Por qué me irrito tanto? ¿Por qué tengo tan mal carácter? ¿Por qué no puedo dominarme? ¿Por qué tengo esos pensamientos hostiles, de celos y envidia? ¿Qué hay dentro de mí?' Y descubre esa lucha en sus miembros, y le desagrada y llora por ello. Es completamente inevitable.

Estas no son imaginaciones; es la realidad, lo que la experiencia enseña. Es una prueba a fondo. Si no quiero aceptar esta enseñanza, quiere decir que no lloro y que por tanto no soy uno de los que, dice nuestro Señor, son bienaventurados. Si considero que esto no es más que morbosidad, algo que nadie debería hacer, entonces digo bien a las claras que no soy espiritual, que no soy como el apóstol Pablo y todos los santos, y que contradigo la enseñanza del Señor Jesucristo mismo. Pero si lamento estas cosas en mí mismo, lloro de verdad.

Pero el cristiano no se detiene ni siquiera en esto. El verdadero cristiano es el que llora también por los pecados de otros. No se detiene en sí mismo. Ve lo mismo en otros. Le preocupa el estado de la sociedad, y el estado del mundo, y al leer los periódicos no se detiene en lo que ve ni simplemente expresa desagrado por ello. Llora por ello, porque los hombres viven de esta manera. Llora por los pecados de los demás.

En realidad, va todavía más allá para llorar por el estado del mundo entero cuando ve la confusión moral, infelicidad y sufrimiento del género humano, y cuando ve tantas guerras y rumores de guerra. Ve que todo el mundo vive en una condición insana e infeliz. Sabe que todo esto se debe al pecado; y llora por ello.

Por esto lloró nuestro Señor, por esto fue 'varón de dolores, experimentado en quebranto;' por esto lloró en la sepultura de Lázaro. Vio esa cosa tan horrible, fea y necia llamada pecado, que había hecho acto de presencia en la vida e introducido la muerte en la vida, que había trastornado la vida y la había vuelto infeliz. Lloró por esto; gimió en espíritu. Y al ver la ciudad de Jerusalén que lo rechazaba y con ello se atraía la destrucción, también lloró. Lloró por todo esto, y el que lo sigue, todo aquel que ha recibido su naturaleza, también llora. En otras palabras, debe llorar por la naturaleza del pecado, porque ha entrado en el mundo y ha conducido a tan terribles resultados. En realidad llora porque entiende algo de lo que significa el pecado para Dios, y el aborrecimiento y odio tan totales que Dios siente por él, esta cosa terrible que clavaría, por así decirlo, en el corazón de Dios, si pudiera, esta rebelión y arrogancia del hombre, el resultado de escuchar a Satanás. Lo entristece y llora por ello. Aquí tenemos, pues, la enseñanza del Nuevo Testamento respecto a este punto. Esto significa llorar en el sentido espiritual en el Nuevo Testamento.

Martin Lloyd Jones.

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