Los momentos de sequía.



Hay momentos en la vida en que parece que nada pasa, que todo está estático, inerte y que no suceden cosas que nos hagan comprobar la fidelidad y la gracia de Dios:

  •  Cuando pedimos algo en oración por mucho tiempo y no recibimos respuesta alguna; 
  • cuando no se ve fruto alguno en nuestras vidas;
  •  cuando no encontramos el trabajo que tanto tiempo hemos buscado, 
  • cuando parece que todo lo que hacemos nos sale mal;
  •  cuando no somos valorados por nadie ni reconocidos en nada de los que hacemos o decimos;
  • cuando viene la enfermedad a nuestra vida o a la de los nuestros como una ola y nos deja desarmados, sin argumentos.
  • cuando no se ven por ningún lado las circunstancias providenciales.
  • cuando hasta lo que hemos creido durante muchos años acerca del caracter de Dios no tiene fundamentos.
Pero a pesar de todo no puedo dudar de que en el fondo Dios sigue estando ahí; trabajando en lo profundo de mi vida, creando nuevos aspectos de mi relación con Él, haciendo que la fe no dependa tanto de la vista, de lo que veo, o lo que siento, sino que descanse en lo que Él es, en Sus promesas y Su caracter.
Es como la vid, cuando es podada, o como el árbol caduco en invierno, que aparentemente están muertos, secos, sin fruto alguno, sin brotes verdes pero es el momento en que profundizan las raices en lo oculto, donde nadie ve nada para que en los tiempos de sequedad en verano puedan estar verdes y den sombra y frutos a otros, porque al fin y al cabo estamos en esta tierra para parecernos a Dios y ser de bendición a otros.

Para meditar: Juan 15

Antonio Conde.

"Cómo experimentar más la presencia de Dios" 




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