Este versículo nos da esperanza a los que nos consideramos que estamos medio apagados por las circunstancias de la vida. Pensamos que nuestra vida espiritual, que en otro tiempo estaba avivada y encendida, ahora, por las razones que sea, a venido a menos, ya no sentimos ese fuego en nuestra alma, y los sentimientos han cesado, y sentimos abandono por parte de Dios. pero aunque nos vemos en esa situación, a pesar de todo, Dios sigue obrando en nuestro interior el querer y el hacer de su buena voluntad, no hemos sido dejados en la cuneta. El no se olvidó de nosotros, seguimos siendo hijos, seguimos siendo ovejas de su prado, seguimos siendo elegidos...
Y ahora con más razón necesitamos del cuidado del maestro que con ternura y compasión se acerca a nosotros y nos diga al oido:
"no temas amada mia, esposa mia, yo soy tu Dios que te ama, siempre te cuidaré, siempre te sustentaré y te protegeré con mi diestra. en las palmas de mi mano te llevo esculpida y delante de mi estás siempre."
El no dejará que el viento fuerte te derribe y acabes destruido, él no dejará que el frio de la noche haga que tu pequeña llama se apague del todo, en tu interior sigue el fuego, aunque no se vea, aunque solo salga un humo molesto de ti, pero muy adentro hay esperanza, hay calor, hay ilusión y ganas de volver a intentarlo. Siempre se puede empezar de nuevo y tomar nuevas fuerzas, levantar las alas y volar, perseguir tu sueño de nuevo. amar, enamorarte otra vez y salir de la cueva renovado.
En resumidas cuentas, lo que nos viene a decir aquí esta imagen de la caña y el pábilo es que cuando somos debiles es cuando somos fuertes, porque es el momento en que Dios obra en nosotros con su poder sobrenatural y sostenedor. No hay nada que podamos hacer, somos como una paja en mitad de un incendio, dependemos total y absolutamente de él para seguir vivos en esta dura contienda llamada vida.
Cuando menos te lo espere empezará a soplar un viento suave y continuo y veras una llama ardiendo en ti, el humo desaparecerá y dejará ver una hermosa luz.
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