¿Qué quieres ?

“Durante los últimos mil seiscientos años la iglesia ha perseguido a dos grupos de personas: a los que no siguen las enseñanzas de Jesucristo, y a los que sí las siguen.”

¿Está usted seguro de que realmente quiere llegar a conocer a su Señor íntimamente? ¡¿Está seguro?! Entonces permítame parafrasearle la pregunta. ¿Está dispuesto a afrontar la posibilidad de perder a todos sus amigos y ser dejado fuera de la confraternidad de creyentes con que se reúne, acabando por ser el mayor y peor rumor que circule en su pueblo o ciudad? Y si usted se mete en semejante lío, ¿podrá habérselas completamente solo con ese lío? Necesita contestar esta pregunta ahora, porque con frecuencia las cosas van exactamente en esa dirección. No me pregunte por qué suele suceder eso. No lo sé. Simplemente sucede.

De esto saco una conclusión. (¡Me llevó veinticinco años llegar a esta conclusión!) Y la conclusión a que he llegado es que a los cristianos les encanta que se les predique, les encanta que el poder de la predicación los sacuda, les encanta que sean conmovidos y erizados, les encanta regocijarse en lo que se ha dicho y les encanta ir a conferencias en que ocurren todas estas cosas maravillosas... pero ya han escuchado tantos gloriosos sermones que han proporcionado tan poca ayuda práctica, que han alcanzado un punto en que realmente no creen que se pueda llevar a la práctica el conocer íntimamente a Jesucristo. En forma subconsciente han llegado a la conclusión de que, en términos concretos, no se puede llegar a conocerlo de esa manera.

Volvamos ahora al punto original. No espere usted descubrir entre los cristianos, ni ayer, ni hoy, ni mañana, un gran interés en llegar a conocer íntimamente al Señor. Simplemente así es como están las cosas, así es como solían estar y, a menos que algo radicalmente nuevo emerja en las páginas de la historia, así es como las cosas seguirán estando, como la historia misma lo habrá de confirmar en el futuro.

Usted ha sido prevenido.

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