Ayer estuve en la sala de oncoógía del hospital y me vine un poco triste porque me di cuenta de que muchas de las personas que allí había podrían morir pronto. Y allí estaban, con sonrisas en sus labios, hombres y mujeres, algunas de ellas muy jóvenes, pero en el fondo de sus ojos se veía la desilución, la amargura, la impotencia de ser víctimas de esta terrible enfermedad que como una peste se propaga por todos los estamentos sociales, pueblos y naciones dejando un rastro de muerte por donde pasa.
Me acuerdo de la historia de Moises cuando Dios mandó las plagas sobre Egipto y el angel exterminador acababa con la vida de todos los primogénitos del pais, excepto de aquellos que tenían la sangre de un cordero en los dinteles de su casa, en este caso pasaba de largo y no hacía daño alguno. Esto no es más que un adelanto de lo que habrá de pasar el dia del jucio con aquellos que no han aceptado el sacrificio de Cristo(la sangre del cordero) en sus corazones(los dinteles de la puerta) y se arrepintieron de sus malas obras.
Pero ahora, en el siglo en que vivimos,esta terrible plaga del cancer es, si cabe, aun más terrible que la anterior, porque tambien afecta a los que tenemos la sangre del Cordero en nuestros corazones y le hemos dado a El el control de nuestras vidas.
Aparentemente, nadie es ajeno a este azote bien sea personalmente o por medio de algún familiar, conocido o amigo.
Que Dios tenga misericordia de nosotros.Y si nos toca de forma personal este "exterminador", y Dios no nos sana,podamos estar preparados para encontrarnos cara a cara con aquel que nos dio la vida.
Como decía Pablo: "para mi el vivir es Cristo y el morir ganancia..."
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