¿Quién soy yo?


Hay un antiguo coro que dice:

  • “¿Quién soy yo que un rey por mi su sangre diera?.
  • ¿Quién soy yo que por mis culpas Él muriera?.
  • El hombre nada puede hacer por merecer aquel amor.
  • Sin embargo, El murió ¿Oh quien soy yo?
  • Nunca me olvido de sus palabras yo no te dejo.
  • Se me fiel y te daré la vida eterna.
  • Tal vez jamás podré entender
  • la razón de aquel amor,
  • Sin embargo, El murió ¿Oh quien soy yo?".

Este privilegio que tenemos es un regalo, se recibe por pura gracia, nadie puede pagar por lo que hizo Jesús por nosotros en la cruz. No es por obras, por muchas buenas obras que hagamos, no llegaremos a estar a la altura nunca. Nuestras obras justas para Dios son como nada. Isaías 64.6.

¡Esto es muy fuerte!, porque nosotros siempre estamos tratando de agradar a otros con nuestras buenas acciones. Pero no llegamos a cumplir todos los requisitos porque tenemos un corazón que no es recto incluso podríamos vanagloriarnos y enorgullecernos si pudiéramos ganar el cielo con nuestras obras. 

Eso es lo que les pasaba a los fariseos religiosos, que se hacían ver para mostrar a los hombres que ayunaban o que daban ofrendas, pero por dentro eran envidiosos, odiaban a los que no eran como ellos, codiciaban, y se creían los más santos de todos.

En definitiva, Él nos ha perdonado una deuda inmensa que jamás podríamos haber pagado, pues todos hemos fallado en nuestro intento de agradar a Dios y somos culpables, pero por medio de la fe recibimos el perdón de nuestros pecados y nacemos de nuevo, como si no hubiéramos hecho nada malo nunca. Es como si el disco duro de nuestra alma se hubiera formateado y está limpia para escribir una nueva etapa de nuestra vida, volver a empezar de cero y de “nuevo”.

Incluso Dios dice que se olvida de nuestros pecados, los echó al fondo del mar y puso un letrero "PROHIBIDO PESCAR":  Miqueas 7.19. 

Isaias 43.25.

Eso es “redención”. Pero para ser redimido de tu culpa alguien tuvo que pagar tu deuda, es como si un juez te condena a la silla electrica y otro va en tu lugar; y ese fue Jesús, quien al morir en la cruz acabó con tus faltas y delitos y te limpió de tus maldades. 

Ahora andamos en novedad de vida. No somos dignos de tanto amor, pero aceptamos ese regalo tan grande por la fe.

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