La cuarta copa:


La importancia económica de la vid y de sus frutos, las uvas, es extraordinaria. Se trata de una de las frutas más apreciadas, nutritivas y ricas en vitamina C.


Las uvas secas, llamadas “pasas”, son muy nutritivas y han sido empleadas por la medicina natural como expectorantes. Las uvas de Israel eran de excelente calidad, como pudieron comprobar los hebreos que conocían las de Egipto, al llegar a Canaán.


En la celebración judía de la cena de pascua, el Seder, se bebían cuatro copas de vino diluido en agua. La primera era la copa de la bendición, en la segunda, se explicaba la historia de la liberación de Egipto, mientras que la tercera, estaba relacionada con la propia comida y la cuarta copa era la de la alabanza, que culminaba todo el rito pascual.


Según los eruditos, Jesús habría seguido también esta costumbre de las cuatro copas, al celebrar la cena de pascua con sus discípulos. Sin embargo, durante dicha celebración no tomó la cuarta copa.


En Getsemaní, le pidió al Padre: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt. 26:39). Puede que el Maestro se refiriera aquí simbólicamente a la cuarta copa del Seder que no había tomado en la cena, la de la culminación de la pascua.


Sin embargo, cuando ya en la cruz los soldados romanos le ofrecieron vinagre, después de beberlo, Jesús respondió: “Consumado es” e inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn. 19:30).

El Maestro acabó así su misión salvífica y con aquel sorbo amargo de vinagre tomó la cuarta y última copa, la de la liberación pascual por excelencia. Por tanto, su sacrificio empezó en la última cena y acabó en la cruz del Calvario.

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