De los fosos no es fácil salir
Génesis 37. 23-24
Vemos la historia de José, odiado por sus hermanos hasta tal punto que se juntaron para echarlo a un foso. Y aunque José les rogó que le sacasen de allí no hicieron caso, sino que lo vendieron como esclavo.
Hay diversos tipos de fosos que podemos encontrar en nuestras vidas, en los cuales caemos por descuido, por ignorancia, por las circunstancias de la vida o simplemente porque alguien nos empuja.
Uno de esos pozos puede ser un despido inesperado, una separación, una enfermedad, una injusticia de alguien que te odia y que acaba perjudicándote. Una traición de alguien que pensabas era tu amigo o amiga. Un rechazo, una depresión, etc. Para alguno de nosotros el foso puede significar una cosa y para otros otra distinta. Cada ser humano es un mundo.
Lo que si tenemos todos en común es que ese foso nos hace sufrir, nos produce dolor, no vemos con claridad y amplía nuestra soledad. Ahí estás a solas contigo y con Dios.
Parece que no hay esperanza… y cuando alguien te abre la puerta de tu celda es para llevarte a un lugar peor. No es fácil salir del foso. Pero el foso hace algo bueno, te obliga a mirar hacia arriba.
En este punto, desgraciadamente hay algunos que se desesperan y dejan de confiar en Dios, buscan una salida alternativa y se alejan así del propósito que Dios tenía para sus vidas.
Pero José, aunque no entendía el por qué de todas esas pruebas tuvo algo bueno y es que no se apartó de Dios, entendió que si Dios permitió todo aquello es que tenía un propósito para su vida. Y efectivamente, a José le faltaba algo muy importante para llevar a cabo el propósito que Dios tenía para él. Le faltaba carácter, había sido un niño mimado y consentido, todo giraba alrededor de él. Y al igual que Moisés, que tuvo que ser machacado en el desierto para poder sacar a toda una nación de la esclavitud, José tuvo que aprender humildad a través de las pruebas, y depender de la bondad de Dios.
Pero Dios estaba con él y prosperaba todo lo que hacía. (Génesis 39.2-5).
Con el tiempo, cuando ya estamos preparados, Dios tiene compasión de nosotros y nos saca del horno para que podamos dar de comer a otros. Eso pasó con José, cuando salió de la cárcel, el faraón lo puso como administrador de los graneros de Egipto y pudo dar de comer a todo Egipto y a su familia. (Génesis 41.49)
Además, los hermanos de José también aprendieron la lección y reconocieron la injusticia que habían hecho años atrás con su hermano José. (Génesis 42.21).
Y ese arrepentimiento lo demostraron porque no hicieron lo mismo con el hermano menor de José, Benjamín, retenido por José, al cual podrían haber dejado en Egipto y decirle a su padre que alguien lo había matado o algo por el estilo. Decidieron dar sus vidas antes de huir, y eso provocó que José se diera a conocer al fin.
“Saldrás de esta. Temes no lograrlo. A todos nos pasa. Tememos que la depresión nunca nos dejará, los gritos nunca terminarán, el dolor jamás se irá.”
“Como ocurrió con Daniel en el foso de los leones, con Pedro en la cárcel, con Jonás en el estómago del pez, con David amenazado por Goliat, con los discípulos en medio de la tormenta, con los leprosos y su enfermedad, con las dudas de Tomás, con Lázaro y su tumba, y con Pablo y sus prisiones, Dios también nos librará a nosotros.”
Espera, no hagas ninguna tontería y verás la salida.

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