Cristianismo al estilo “deshojando la margarita”
Me ama. No me ama.Me ama. No me ama.
La niña está de pie en el jardín cantando mientras arranca los pétalos de su margarita uno a uno y éstos caen al suelo. Cuando el juego concluye, el ultimo pétalo lo determina todo; si la persona amada corresponde o no a su afecto.
Por supuesto nadie toma este juego en serio, y si los niños no obtienen la respuesta deseada cogerán otra margarita y comenzarán de nuevo. No lleva mucho tiempo, ni siquiera a los niños, darse cuenta de que las flores no fueron diseñadas para decirnos nuestro destino amoroso. ¿Por qué razón deberíamos atar el deseo de nuestros corazones a la suerte?
Efectivamente, ¿por qué? Esta es una lección mucho más difícil de aprender en nuestra búsqueda espiritual que en los asuntos románticos. Durante mucho tiempo hemos deshojado nuestras margaritas, y muchos de nosotros continuamos jugando a este juego con Dios.
En nuestro caso no arrancamos pétalos de margarita, pero probamos a través de nuestras circunstancias para imaginarnos cómo se siente Dios en relación a nosotros exactamente.
Me dieron un aumento. ¡Me ama!
No me dieron el ascenso que esperaba, o peor aún, perdí mi trabajo. ¡No me ama!
Algo en la Biblia me inspiró hoy. ¡Me ama!
Mi hijo está seriamente enfermo. ¡No me ama!
Le di dinero a alguien en necesidad. ¡Me ama!
Permití que mi ira me dominara. ¡No me ama!
Algo por lo que estaba orando sucedió como oré. ¡Me ama!
No fui completamente honesto para evitarme una situación comprometedora. ¡No me ama!
Un amigo me llama inesperadamente para animarme. ¡Me ama!
Mi coche necesita una transmisión nueva. ¡No me ama!
EL PÉNDULO
Yo jugué a este juego la mayor parte de mi vida, intentando averiguar en cada momento cómo podría sentirse Dios con respecto a mi persona. Crecí aprendiendo que Él es un Dios de amor, y creía que esto era verdad.
En tiempos de bonanza, nada era tan fácil de creer. En los días en que mi familia estaba sana y nuestras relaciones eran cordiales, cuando mi ministerio crecía y tanto mis ingresos como mis oportunidades aumentaban, cuando teníamos mucho tiempo para disfrutar con nuestros amigos y no estábamos preocupados por ninguna necesidad, ¿quién dudaría del amor de Dios?
Pero esta convicción comenzaba a erosionarse cuando los tiempos de bendición eran interrumpidos por algunos eventos problemáticos…
…cuando la condición de uno de nuestros hijos nos avergonzaba sin cesar.
…o como el día en que uno de mis amigos del bachillerato falleció de un tumor cerebral, aun cuando habíamos orado muchísimo para que sanara.
…o cuando no fui seleccionado para un trabajo que quería en la universidad porque alguien me difamo.
…o la noche que robaron mi casa.
…o cuando sufrí quemaduras graves en un accidente de cocina.
…o cuando vi a mi suegro y a mi hermano morir de enfermedades crónicas, aun cuando le rogué a Dios en oración por su sanidad.
…o cuando mis colegas de ministerio mintieron sobre mí y esparcieron historias falsas para ganar el apoyo de otros.
…o cuando no sabía de dónde vendría mi próximo cheque.
…o cuando vi a mi esposa hundida por circunstancias en las que no pude hacer nada para que Dios las cambiara, por muy duras que fueran.
…o cuando las puertas de la oportunidad que parecían abrirse se cerraron súbitamente como por una ráfaga de viento.
En momentos así, me preguntaba cómo se sentiría Dios conmigo. No podía entender cómo un Dios que me amaba, podría permitir estas cosas en mi vida, o cómo no las arreglaba inmediatamente para que yo o la gente que amaba no tuviéramos que soportar tanto dolor.
¡Él no me ama! Algo así pensaba en esos días.
Mi decepción con Dios tomaba fácilmente una de estas dos direcciones. Con frecuencia en mi dolor y frustración, cuando sentía que había hecho lo suficiente como para merecer algo mejor, podía quejarme ante Dios como Job, acusándolo de ser injusto o de no amarme. En momentos más honestos, era consciente de que las tentaciones y los fallos podían haberme excluido de su amor. Regresaba de esos tiempos, comprometido a intentar, con todas mis fuerzas, vivir la vida como se suponía que debía vivirse para merecerme su amor.
Viví durante 34 años como un creyente en esta especie de péndulo. Incluso cuando no hubiese alguna crisis afectándome, siempre esperaba la siguiente ocasión en que Dios me rechazaría si no permanecía en “el lado bueno.” En cierta manera me había vuelto como el hijo esquizofrénico de un padre abusivo. Nunca tenía la certeza de cómo me trataría Dios ese día – me tomaría en sus brazos con una sonrisa, o me ignoraría o castigaría por razones que nunca podría entender.
Solamente en los últimos 5 años he descubierto que mis métodos para discernir el amor de Dios eran tan malos como arrancar los pétalos de una margarita. No he sido el mismo desde entonces.
EVIDENCIA CONVINCENTE
¿Y tú qué tal?
¿Te has sentido empujado hacia atrás y hacia delante por las circunstancias de tal manera que a veces tienes la seguridad, pero casi siempre la duda, de qué siente el Creador del universo hacia ti? O posiblemente nunca has sabido cuánto te ama Dios.
En un estudio bíblico reciente, conocí a una mujer de cuarenta años que era muy activa en su comunidad, pero nos confesó a un pequeño grupo de personas que nunca había tenido la convicción de que Dios la amara. Parecía que quería decirme algo más, pero finalmente sólo me pidió que orase por ella.
Mientras lo hacía, le pedí a Dios que le revelara cuánto la amaba, una imagen vino a mi mente. Vi una figura, sabía que era Jesús caminando a través de un maizal cogido de la mano de una niña de unos cinco años de edad. De alguna manera supe que esa niña era la mujer por la que estaba orando. Le rogué al Señor que le ayudara a descubrir la ternura de espíritu que le permitiese cruzar los maizales con Él.
Cuando terminé de orar la miré a los ojos, estaban inundados de lágrimas.
¿Dijo usted maizales?, preguntó ella.
Me extrañé, pensando en lo raro que era que se hubiese fijado en esa palabra.
Inmediatamente comenzó a llorar. Cuando pudo hablar, dijo: “no estaba segura de lo que quería decirle. Cuando tenía cinco años fui violada, por un chico mayor que yo, en un maizal. Siempre que pienso en Dios, pienso en ese horrible episodio y me pregunto por qué, si Él me ama tanto, no evitó que esto sucediera.”
Ella no es la única. Mucha gente lleva cicatrices y decepciones que parecen ser una evidencia convincente de que el Dios de amor no existe, o si existe, se mantiene a una distancia prudente de ellos y los deja a la suerte de los pecados de los demás.
No tengo una respuesta contundente para momentos como ese, si es que alguna pudiera ser efectiva en medio de tal dolor. Le dije que evidentemente, Dios quería que supiera que Él había estado allí con ella y que, a pesar de que no actuó de la forma en que ella creía que actúa el amor verdadero, Él la amaba. Quiso caminar con ella a través de ese horrible maizal y redimir eso en su vida.
Él quería poner paz justo en medio del evento más traumático de su vida, y transformar lo que se suponía debía destruirla, en un primer paso hacia la gracia. Sé que eso puede sonar casi como un cliché en medio de tan increíble dolor, pero el proceso había comenzado para ella. Es mi esperanza que estas palabras también te animen a entrar en el proceso.
PERCEPCIÓN VERSUS REALIDAD
El que Dios siempre haya actuado hacia nosotros únicamente con profundo amor es algo que desafía el entendimiento humano. Sé que a veces no lo parece. Cuando creemos que se hace el sordo, el insensible o que no está interesado en nuestras oraciones más intensas, nuestra confianza en Él puede desvanecerse fácilmente y hacer que nos preguntemos si realmente le preocupamos o no. Y podemos caer en hacer una lista de nuestros propios fallos para justificar la indiferencia de Dios, lo que a su vez nos puede hacer caer en un oscuro pozo de auto-desprecio.
Cuando estamos jugando el juego de “me ama, no me ama”, la evidencia contra Dios parece ser aplastante. Por razones que veremos a lo largo de estas páginas, Dios no suele hacer las cosas que creemos que su amor le obligaría a hacer por nosotros. A veces es como si se cruzase de brazos, y permaneciese indiferente mientras sufrimos. ¡Con cuánta frecuencia parece estar en desacuerdo con nuestras más nobles expectativas!
Pero la percepción no es necesariamente la realidad. Si definimos a Dios sólo por nuestra limitada interpretación o por nuestras circunstancias, nunca descubriremos quién es Él realmente.
Sin embargo, Él nos ha provisto de un camino mucho mejor, donde nuestro modo de ver el cristianismo como un juego de pétalos de margarita puede ser consumido por la innegable prueba de su amor por nosotros en la cruz del Calvario. Ese es el lado de la cruz que ha sido ignorado
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casi por completo durante las últimas décadas. No hemos visto lo que realmente ocurrió allí entre el Padre y el Hijo, abrió la puerta a su amor, de forma tan amplia y genuina, que no puede ser desafiado ni por tus más oscuros días.
A través de esa puerta podemos conocer realmente quién es Dios y comenzar la relación con Él, la cual ansiábamos experimentar desde lo más profundo de nuestro corazón. Allí es donde empezaremos, porque solamente en el contexto de la relación que Dios desea tener con nosotros es donde descubriremos la gloria de su amor en toda su dimensión.
Él te ama más profundamente de lo que jamás te hayas imaginado; y lo ha estado haciendo de la misma manera a lo largo de toda tu vida. Una vez que abraces esta verdad, tus problemas nunca más te llevarán a preguntarte si Dios te quiere o si has hecho lo suficiente para merecer su amor. En vez de temer que Él te de la espalda, serás capaz de confiar en su amor en los momentos en que más lo necesites. Incluso verás las maneras más increíbles de cómo puede fluir desde tu interior y tocar a un mundo hambriento de ese amor.
Aprender a confiar en Él de esa manera no es algo que podamos hacer en un instante; pero es algo que descubriremos de manera creciente durante el resto de nuestras vidas. Dios sabe cuán difícil es para nosotros aceptar su amor y nos enseña con más paciencia de la que jamás hemos experimentado. A través de cada circunstancia y de las maneras más sorprendentes, Él nos hace conocer su amor de forma que lo podamos entender.
Así que probablemente es momento de dejar a un lado nuestras margaritas y descubrir que no es el miedo a perder el amor de Dios lo que te mantendrá en su camino, sino el simple gozo de vivir en ese amor cada día.
El día que descubras eso, ¡realmente comenzarás a vivir!
Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos.
—1 JUAN 3:1
Para tu viaje personal
¿Cuántas veces te has encontrado dudando de que Dios te ama? ¿En qué situaciones crees que Él te ama más? ¿Crees que Dios te ama igual que a cualquier otra persona en el mundo? Cuando las dificultades vienen, ¿dudas del amor de Dios por ti?, ¿o intentas ser más recto para que Él te quiera más? Pídele a Dios en los próximos días que te revele la intensidad de su amor por ti.
tomado del libro: "El me ama" de Wayne Jacobsen
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