¿Me permites declarar una opinión que tal vez produzca el arqueo de una ceja? ¿Me permites que
te diga por qué pienso que fue Jesús al casamiento? Pienso que fue al casamiento para… agárrate
fuerte, presta atención a lo que digo, permíteme que lo diga antes de que calientes la brea y
desplumes la gallina… creo que Jesús fue al casamiento para divertirse.
Considéralo. Había sido una temporada difícil. Cuarenta días en el desierto. Nada de comida ni
agua. Una confrontación con el diablo. Una semana dedicada a la iniciación de unos novatos galileos.
Un cambio de trabajo. Se ha ido de casa. No ha sido fácil. Un descanso sería bienvenido. Una buena
comida con buen vino acompañados de buenos amigos… pues bien, suena bastante agradable.
Así que hacia allá se dirigen.
Su propósito no era el de convertir el agua en vino. Eso fue un favor para sus amigos.
Su propósito no era el de demostrar su poder. El anfitrión del casamiento ni siquiera supo lo que
hizo Jesús.
Su propósito no era el de predicar. No existe constancia de un sermón.
Realmente queda sólo un motivo. Diversión. Jesús fue al casamiento porque quería a la gente, le
gustaba la comida y, el cielo no lo permita, hasta puede ser que haya querido dar un par de vueltas
bailando con la novia. (Después de todo, Él mismo está preparando una gran boda. ¿Sería que quería
practicar?)
Así que, perdónenme, diácono Polvoseco y hermana Corazontriste. Lamento arruinar su marcha
fúnebre, pero Jesús era una persona amada. Y sus discípulos debieran serlo también. No hablo de
libertinaje, borrachera y adulterio. No apoyo la transigencia, la grosería ni la obscenidad. Sólo soy un
cruzado a favor de la libertad de disfrutar de un buen chiste, dar vida a una fiesta aburrida y apreciar
una noche entretenida.
Tal vez estos pensamientos te sorprendan. A mí también. Hace bastante que no tildo a Jesús de
amante de fiestas. Pero lo era. ¡Sus adversarios lo acusaban de comer demasiado, beber demasiado y
de andar con el tipo menos adecuado de personas! (Véase Mateo 11.19 .) Debo confesar: Hace rato
que no me acusan de divertirme demasiado. ¿Y a ti?
Solíamos ser buenos para eso. ¿Qué nos ha sucedido? ¿Qué le pasó al gozo puro y a la risa sonora?
¿Será que nos atoran nuestras corbatas? ¿Será que nos dignifican nuestros diplomas? ¿Será que los
bancos de iglesia nos ponen tiesos?
¿No sería posible que aprendamos a ser niños otra vez?
Traigan las canicas… (¿y qué si los zapatos se estropean?).
Traigan el bate y el guante… (¿y qué si duelen los músculos?).
Traigan los caramelos… (¿y qué si se te pegan a los dientes?).
Vuelve a ser niño. Sé simpático. Ríete. Moja tu galletita en tu leche. Duerme una siesta. Pide
perdón si hieres a alguien. Persigue una mariposa. Vuelve a ser niño.
Relájate. ¿No tienes personas que abrazar ni piedras que saltar ni labios que besar? Alguien debe
reírse de Bugs Bunny; ¿por qué no tú? Algún día aprenderás a pintar; ¿por qué no hacerlo ahora? Algún
día te jubilarás; ¿por qué no hacerlo hoy?
No me refiero a jubilarte de tu trabajo, sólo jubilarte de tu actitud. Sinceramente, ¿alguna vez las
quejas han mejorado el día? ¿Ha pagado las cuentas el rezongar? ¿Ha producido algún cambio la
preocupación por el mañana?
Deja que otro controle el mundo por un tiempo.
Jesús dedicó tiempo para una fiesta… ¿no deberíamos hacerlo nosotros también?
Max Lucado
No hay comentarios:
Publicar un comentario